domingo, 12 de enero de 2014

Alone.



Estaba acostumbrada a olvidarlo y no se me daba tan mal. Cada día lo olvidaba un ratito.

Esta vez debía ser diferente. Cogí papel y boli y cuidadosamente escribí todo eso que quería borrar.
Lo último que apunté fue su nombre.
Las llamas no tardaron en hacer cenizas aquellos recuerdos.
Curiosamente puedo seguir recordando la primera letra de aquel maldito nombre. Y a veces me duele más que aquel día, que con lágrimas en los ojos pero con una sonrisa en la boca, la grabé en mi piel para siempre.

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