El síndrome de abstinencia se había hecho con ella, pobre, le temblaban las manos y caían sudores fríos por su espalda provocándole algún que otro escalofrío.
Que húmedo estaba el suelo de aquel baño público.
Se levantó y se gritó - ¡Heroína, cocaína a mi alcance y te tuve que elegir a ti! -rompió a llorar y lo último que la escucharon balbucear fue- no compra el dinero la dosis que necesito.
Se suicidó de la forma más dolorosa, recordando cada uno de los besos.
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